El cachorro subía donde estábamos nosotros y el gato lo lamia sin parar como si fuese su hijo.
Desde ese momento no se separaban, se acurrucaban mucho y no paraban de lamerse.
El cachorro, Abi, iba creciendo y saltaba como si fuese un gato, él pensaba que era un gato.
No paran de jugar, les encanta. Todo el día se persiguen. Abi a veces se pasa con sus mordidas, pero Tedy el gato no dice nada, solo ronronea.
Es un gato muy especial. Nunca pensé que tuviese tanta paciencia.
Llevo a Aby conmigo al trabajo todos los días y cuando regresamos a casa, se vuelve loco lamiendo y besando a Tedy.
Aunque hay varias camas por casa, siempre están juntos. Hacen una pareja divina.