Estaba tan delicada que no podíamos acariciarla. Temblaba todo el rato. Tenía sarna severa y la mantuvimos en su jaula para que estuviese tranquila. Se pasaba mucho tiempo durmiendo.
La bañábamos todos los días y su piel mejoraba. La sacamos a pasear y le gustaba.
Su pata se había curado y disfrutaba jugando con nuestros perros, pero a veces la situación se ponía un poco tensa.
Encontramos a una pareja que la adoptó y que la cuidan con mucho amor.