La dejaron delante de un refugio. Era solo piel y huesos. El personal del refugio se sorprendió al verla y rápidamente la acogió. Sabían que necesitaba atención y nutrición adecuadas para sobrevivir.
Trabajaron incansablemente para ayudar a Alba a recuperarse. Le dieron pequeñas raciones de comida durante el día y se aseguraron de que descansara lo suficiente.
Durante las próximas semanas, Alba comenzó a aumentar de peso y sus niveles de energía aumentaron. Su pelaje se volvió más espeso y brillante, y sus ojos brillaban de felicidad.
El personal del refugio pronto se enamoró de Alba y su dulce personalidad. Todos estuvieron de acuerdo en que era una de las perras más amorosas y cariñosas que jamás habían conocido.
Alba encontró lo que se merecía, un hogar donde la cuidarían y la amarían.