Este hombre era de buen comer, le encantaba tanto que, como dice el refrán, era más barato comprarle un traje que invitarle a cenar.
A tal punto llevó su pasión por la comida que una noche se zampó langosta, caviar, chucrut, sopa de repollo, ciervo ahumado, champaña y catorce platos de su postre preferido: Pan crujiente de semitas relleno de mazapán y leche sólo para cenar una noche.
Tras terminar el copioso banquete, tuvo un problema digestivo.
El rey murió comiendo como un rey.