La noticia económica “bomba” de este año saltaba la pasada semana: Ferrovial anunció que tiene la intención de ubicar su sede legal en Países Bajos. Un anuncio que, sin duda, no ha dejado indiferente a nadie.
El Gobierno no tardó lo más mínimo en salir en bloque a criticar de forma más que notoria a Ferrovial y a su presidente, Rafael del Pino. Desde la oposición, critican a Sánchez por las políticas económicas que lleva a cabo que hacen que grandes empresas españolas se marchen del país.
Viendo el gran revuelo que se ha montado, desde Ferrovial han tratado de apaciguar las aguas y han ofrecido al Ejecutivo central la ‘pipa de la paz’, con el fin de llevar este asunto de la mejor manera posible. Aunque, como cabía esperar, no han logrado tender buenos puentes con el Gobierno, que prefiere seguir con su ‘indignación’ y atacar de forma despiadada a la compañía.
Algunos responsables de la empresa, incluido el presidente, Rafael del Pino, se han mantenido en contacto con algunos ministerios del Gobierno, como el de Hacienda, el de Economía o Trabajo, para hacerles ver que la decisión del grupo de trasladarse a Ámsterdam no es un movimiento con el fin de pagar menos impuestos, sino un movimiento estratégico empresarial.
El propio Rafael del Pino se ha molestado en intentar hablar con Pedro Sánchez, al que ha llamado personalmente y le ha enviado un correo electrónico. Sin embargo, lejos de interesarse por saber en profundidad los motivos de la compañía para su marcha, el líder del Ejecutivo central no ha contestado a del Pino y ha continuado con sus ataques e insultos al empresario.
El presidente de Ferrovial ha insistido en su propósito de comunicarse con Sánchez. Se ha sabido que le ha llamado todos los días en la última semana. El objetivo de del Pino es precisamente acabar con la campaña de desinformación que hay en marcha, que el propio Gobierno se está encargando de promover.
El presidente del Gobierno, Pedro Sánchez, hace caso omiso a las llamadas de del Pino, algo que tiene muy preocupado al propio empresario. Y es que, en vez de intentar dejar de lado su postura e intentar escuchar a la parte contraria, Sánchez sigue enrocado en atacar para así vender una imagen de poder.